UNA SEÑAL AL FINAL DEL FESTIVAL

Hace dos días comentábamos la película cubana “La noche de los inocentes” y la situábamos dentro del género del cine negro con toques de humor a la cubana. Una cinta que si bien recogía los elementos propios del filme nore, no estaba exenta de una visión crítica a los problemas cotidianos de los habitantes de la isla, en una Cuba en la que cualquier cosa puede pasar… nevada incluida en pleno Caribe.“La señal” (2007), película dirigida por Ricado Darín y Martín Hodaral, sustenta todos y cada uno de los componentes de su puesta en escena estrictamente regidos por los elementos propios del canon noir: la trama misma, la iluminación en clave baja, un sub-mundo merodeado por gente poderosa y mafiosa, y protagonista solitario con leve aire de perdedor que se enamora de una bellísima femme fatale. “La señal” narra la historia de dos investigadores privados, Santana & Corvalán, (Diego Peretti y el propio Ricardo Darín respectivamente), quienes viven avocados a destapar infidelidades y traiciones. Una noche se presenta ante Corvalán una misteriosa y bella mujer llamada Gloria (Julieta Díaz) para pedirle que siga a un hombre. Lo que Corvalán descubre a pesar suyo, no es un caso más de adulterio sino una sangrienta estrategia de un mafioso italiano que pretende vengar la muerte de su familia. Gloria está en peligro, y al estilo de un Same Spade porteño, Corvalán se compromete a protegerla.


La disyuntiva moral del protagonista se le presenta al final, cuando Gloria le ofrece ir tras el dinero del testaferro de su ex marido muerto. ¿Será capaz Corvalán traicionar sus principios?
Más allá de los aciertos actorales (que no incluyen por cierto los clisés retóricos del personaje interpretado por Peretti), “La señal” es una cinta con muchas virtudes. Entre ellas por supuesto hay que destacar la fotografía, la banda sonora y la dirección artística. La ambientación del Buenos Aires de 1952 es sencillamente notable.

Con “La señal” culmina de manera magistral el festival de Cine de Lima, evento que llegó a nosotros gracias al esfuerzo y cooperación de tres instituciones interesadas en traernos lo mejor del cine Latinoamericano: La Universidad Privada del Norte, la Pontificia Universidad Católica del Perú y Cinplanet Trujillo. Debemos resaltar también de manera muy especial el apoyo invalorable del diario La Industria y el entusiasmo del público que abarrotó la sala 5 del cine del Real Plaza en cada una de las funciones. Solo resta esperar para saber quién es la mejor película de este año y aguardar que el próximo venga cargado con más y mejores filmes. Hasta entonces.

EL ACUARELISTA

De la muestra de películas traídas a Trujillo en el marco del 12 Festival de Cine de Lima, tres compiten por llevarse el spondylus de este año: “La señal” de Argentina, “La noche de los inocentes” de Cuba y la peruana “El Acuarelista” de Daniel Ró (alter ego de Daniel Rodríguez cineasta y Rector de la UPN).

“El Acuarelista” (2008) es el primer largometraje de Rodríguez (Lima, 1957) quien luego de dirigir una serie de laureados cortometrajes, incursiona en el formato largo para narrarnos la original historia de “T” (Miguel Iza). “T” es un oficinista que renuncia a su monótona vida, y se muda a un departamento con la ilusión de hacer realidad su sueño: pintar una acuarela. La vecindad, compuesta por personajes mitad Fellinianos mitad Ionescanos, distraen a “T” constantemente con absurdos pedidos, alejándolo de lo que para ellos es una ocupación menor y hasta subversiva: pintar. Dentro del grupo de bizarros vecinos destaca Ana Cecilia Nateri, quien compone un personaje perverso y obsesivo pero con toques de ácido humor, que hace genial contrapunto con el desubicado “T”, un extraordinario Miguel Iza.

Rodríguez construye una metáfora al rededor de la incomprensión del trabajo del artista. La vecindad es la recreación de aquél entorno hostil que se yergue casi siempre como el principal obstáculo para todo quien tiene la osadía de ser distinto. Todo parece perdido hasta que aparece el amor inspirador en la vida de “T”… el resto de la historia la dejaremos en suspenso para aquellos que aún no han visto la película.

Partiendo de un guión con escenas dramáticas no exentas de ironía y de humor, la dirección de Rodríguez es sobria, “clásica”, con una cámara que registra sin intervenir y una puesta en escena minimalista y atemporal, fiel al estilo de sus cortometrajes como “El Colchón” o “El Diente de Oro”.

Mención especial para la espectacular fotografía del Tailandés Tanon Sattarujawong, que le da a la película una atmósfera melancólica, con tonos azulados y claroscuros que solo parece revivir cuando “T” pinta su acuarela. Cuando esto ocurre, la pantalla se llena de colores, y el espectador puede “ver” a través de los ojos del protagonista, compartiendo su ilusión y su sueño.Más allá de sus logros estéticos y actorales, “El Acuarelista” es una cinta de la que nos sentimos particularmente orgullosos en la facultad de Comunicaciones de la UPN. No solo fue filmada con el íntegro de nuestros equipos de luces sino que además varios de nuestros alumnos participaron de este rodaje. Le deseamos muchos éxitos a Daniel Ró en su carrera como cineasta y esperaremos con ansias el estreno oficial de la película. A seguir viendo.

UNA NOCHE SIN INOCENTES

“La noche de los inocentes” (Cuba, 2007) es una comedia en clave de film noir con toques de humor a la cubana. Por ello no es en vano que la trama transcurra en los fríos pasillos de un edificio antiguo, en medio de una noche lluviosa y con un misterio policial que resolver.
“La noche…” comienza con el reclamo de una guapa enfermera (Silvia Águila) a su desaliñado novio (José Perrugorria el mismo de “Fresa y Chocolate”). Ella le exige que retome el control de su vida y vuelva a fungir como agente de la policía. La situación se le presenta propicia: un aparente transexual yace inconsciente y golpeado en la sala de emergencias. El reto que le plantea la muchacha consiste en lograr descubrir quién es el joven y quién el responsable de la paliza, con el fin de recuperar el aprecio de sus jefes y ser nuevamente admitido en la fuerza pública.
Es a partir de ahí que Perugorria empieza a desentrañar los misterios que acarrea la presencia del supuesto travesti. Es en medio de la sala de urgencias que la presencia paulatina de todos los personajes involucrados con el suceso, van haciendo su aparición, agregando más datos (y confusión) a la trama. Perrugorria se convierte así en el articulador del relato. Más que en un Bogart de películas de género como “El Halcón Maltés”, Perrugorria compone un personaje más parecido al desaliñado Colombo (referencias a los que constantemente alude el padre del muchacho y a la postre el responsable de la paliza) el recordado personaje televisivo de los setentas. El director Arturo Sotto (Camagüey, 1967) nos presenta los sucesivos plots en una puesta en escena de estilo teatral, en la que el drama (y la hilaridad) están dadas por la sucesiva aparición de los personajes, y el estrafalario investigador que desentraña la verdad, parodiando el estilo de las novelas de Agatha Christie.

El ritmo de la película es inconstante y sus logros desiguales. La primera media hora de es de un planteamiento soso y hasta aburrido. Recién a partir de la segunda parte de la primera hora que el relato gana en dinamismo y la trama se hace interesante. Cuando la película vuelve a decaer, la estupenda actuación de experimentados actores como Susana Pérez (estupenda en su papel como la madre del presunto transexual y esposa frustrada), y el mismo Perrugoría, sale en su auxilio. Lamentablemente el exceso de diálogos impide que sea precisamente la actuación la que nos dé indicios sobre los sentimientos, temores e intenciones. La retórica excesiva llena de vicios una trama que debería más bien transcurrir limpia y sin intromisiones.


“La noche…” no está exenta de una crítica a la crisis de los valores familiares, de la conducta amoral de los habitantes de la isla. Ni tampoco de sus carestías materiales: Cachita, la novia del supuesto travesti, está dispuesta a casarse con un extranjero con tal de poder emanciparse de su mediocre realidad, entretanto que la madre del joven debe conformarse con las páginas de la guía telefónica en lugar del habitual papel confort. Estamos ante una Cuba en la que cualquier cosa puede pasar… nevada incluida en pleno Caribe, como un manto tenue que lo cubrirá todo que ayude a negar la realidad. A seguir viendo.

CENIZAS DEL PARAÍSO

Un hombre cae desde lo alto de un edificio y estrella su rostro contra la vereda. Una bella muchacha acaba de ser asesinada. Un joven ensangrentado la arrastra hasta la maletera de un auto para horas más tarde, confesarse autor del crimen. Otro joven intenta acabar con su vida. Ha escrito una carta autoinculpándose también por el mismo asesinato, antes de tratar de suicidarse en medio de un pestilente baño público. Un tercer muchacho rocía gasolina en torno a un árbol y le prende fuego. Amenaza con dispararse un tiro pero finalmente descarga el revólver sobre su caballo. Los tres son hermanos. Los tres se confiesan culpables del asesinato de Ana Muro (bellísima Leticia Brédice). Aparentemente nada relaciona aquella muerte con la del hombre arrojado por la cornisa de un edificio. Aparentemente.

La jueza Beatriz Teller (Cecilia Roth) tiene a cargo la investigación de un caso que, con el transcurrir de las horas, se torna cada vez más impredecible e intrincado. Los primeros 15 minutos de la película están diseñados para atraer el público y mantenerlos en sus butacas. Minutos iniciales en los que los espectadores estamos llenos de preguntas y ninguna respuesta. Una vez que la trama nos llevó hasta allí, la narración salta para atrás y nos presenta a cada uno de los personajes de la historia, narrando la misma historia desde sus distintos puntos de vista. Alejandro Makantasis (Nicolás Abeles) conoce a la bella Ana en una discoteca. Ambos se enamoran perdidamente y ella se muda a vivir con Alejandro. En la casa viven también sus hermanos Pablo (Leonardo Sbaraglia), y Nicolás (Daniel Kuzniecka). Pero en medio de la felicidad que la nueva pareja vive, la insaciable Ana no puede dejar de poner los ojos en Nicolás, a quien también seduce. A estas alturas podríamos intuir que Ana ha sido víctima de un crimen pasional producto de los celos. Pero, ¿por qué Pablo se confiesa también como autor del crimen? Además, ¿no es Ana la hija del hombre al que el padre de los tres muchachos el Juez Costa Makantasis (notable como siempre Héctor Alterio), investiga? Es precisamente el rostro del juez el que vemos destrozado en la vereda al inicio de la película. La pregunta es ¿quién está detrás de todo? El director Marcelo Piñeyro (Buenos Aires, 1953) nos presenta un trhiller con todos los elementos propios del mismo, aderezando la intriga policíaca con elementos de corruptela de poder y sutiles toques de podredumbre política. La jueza Teller sin querer, ha destapando una olla de grillos y tiene que bregar arduamente por armar el rompecabezas en medio de presiones políticas. La dirección es más que correcta. El trhiller no es un género a los que los latinoamericanos estemos acostumbrado a ver de parte de nuestros directores, pero Piñeyro cumple bien al abordar el tema con sobriedad y estilo propio. El descenso de los tres hermanos en el vetusto ascensor del poder judicial hacia los sótanos del edificio, es una sutil crítica del laberinto en el que haga lo que haga la ley, jamás habrá justicia. A seguir viendo.

ROMEO Y JULIETA

Afortunadamente esta película no tiene nada que ver con la obra del Gran Willy porque de otro modo el responsable de que el drama más famoso de la historia se convirtiera en una comedia merecería perder su cabeza. Empalamiento medieval no estaría mal. EL CASAMIENTO DE ROMEO Y JULIETA marca el retorno después de unos años y Bruno Barreto es probablemente uno de los realizadores más destacados de Latinoamérica. Luego de la exitosa adaptación al cine de la novela de Jorge Amado, “Doña Flor y sus dos maridos”, saltó a Hollywood donde viene desarrollando su carrera. “El casamiento de Romeo y Julieta”, marca el regreso del cineasta a su tierra natal luego de algunos años, y lo hace con una comedia romántica basada en el clásico de Shekespeare: Romeo (Marco Rica) ama a Julieta (Laura Piovani) y Julieta ama a Romeo. Pero su amor es imposible. Los padres de ella son fanáticos del Palmeiras y los de él, hinchas fervientes del Corinthians. Pese a ser rivales a muerte, Romeo está demasiado enamorado de Julieta por lo que finge ser hincha del equipo rival. La familia de ella lo acepta, pero él pone en riesgo su honor y el respeto de sus propios parientes.



“El casamiento…” es una estupenda comedia romántica. Resulta paradójico que el fútbol, que despierte pasiones en buena parte del mundo, no haya sido una temática recurrente en el cine.

El reparto es excelente y cada personaje parece escrito exclusivamente para los actores escogidos. A diferencia del cine pedorro brasilero que sólo llega a ciricuitos de exhibición alternativos y que sólo es elogiado por los críticos de cine, el nuevo trabajo de Barreto es una propuesta popular que se hizo con un sólo objetivo: contar una buena historia que haga pasar un gran momento a la gente en el cine. Algo que la mayoría de los directores latinoamericanos olvidan ya que filman para pasear en los festivales. Ojalá en nuestro país se filmaran más propuestas como EL CASAMIENTO DE ROMEO Y JULIETA donde la gente sale contenta de una sala. Y si estuviste en la avant premiere que hicimos el martes sabés que no miento y los invitados la pasaron excelente. Si en Argentina se filmaran más historias como esta el INCAA no tendría que preocuparse en idear estrategias burocráticas para conseguir que la gente vea cine nacional, pero son duros de entender, o tal vez el negocio pasa por otro lado. Insisto, si querés pasarla bien con una buena comedia acá hay una opción que no defrauda. Un lindo retorno de Barreto al cine brasilero.

Esta película que ganó el premio del público en el Festival de Cine Latinoamericano de Lima, me gusta mucho porque me parece muy divertida, tiene varias escenas bastante graciosas (como la de la persecución de Romeu en el aeropuerto) y aunque es una típica comedia romántica no cae en los clichés usuales si no que sabe hacernos reir ironizando un poco con nuestra pasión por el futbol.

UNA NOVIA ERRANTE

Emparentada más bien con el término de cine de autor, Ana Katz ha hecho lo que ya muchos quisieran a su edad. Ser no sólo la directora de su película sino también la actriz, guionista y productora. La película en clave drama no es otra cosa que el viaje interior de un personaje vacío. No es gratuito que el personaje principal lea “El extranjero” de Camus y que intente ya sea marcando, colgando y volviendo a marcar un teléfono, o coqueteando con un joven o cabalgando en la orilla o viendo una función de títeres o paseando por el bosque, encontrarle algún sentido a la vida.


En cualquier lugar del mundo las relaciones de pareja siempre serán tema complejo. Una novia errante, segunda película de la argentina Ana Katz, es una confirmación de eso: de la fragilidad del amor, lo endeble de sus lazos y de la enajenación que causa cualquier trastorno en aquella tensa calma, llamada amor.


La película comienza con el conflicto. Inés y su novio Miguel (Daniel Hendler) discuten en el bus que los lleva hacia lo que deberían ser unas vacaciones de relajo. Desde el momento que Inés (Ana Katz) abandona la carretera y, con ella a Miguel, su vida pierde el rumbo. Empecinada en seguir con las vacaciones programadas se instala en Mar de las Pampas, una especie de paraíso argentino con mar y bosque, en el que el tiempo parece discurrir más lento y donde sus personajes parecen ser todos tristes exiliados de algún lugar.


En ese sitio Inés intenta recomponer su vida, trastocada por la ruptura con Miguel. De la esperanza pasa a la desesperación, y de la súplica a la aceptación. Del locutorio, desde donde llama abatida esperando una respuesta de Miguel, pasa a una fiesta del pueblo en donde a coro canta una canción popular y del vacío ante la evidencia de la realidad a la supuesta felicidad del mar, donde todo se sana, donde todo se olvida.


La película en clave drama no es otra cosa que el viaje interior de un personaje vacío. No es gratuito que el personaje principal lea “El extranjero” de Camus y que intente ya sea marcando, colgando y volviendo a marcar un teléfono, o coqueteando con un joven o cabalgando en la orilla o viendo una función de títeres o paseando por el bosque, encontrarle algún sentido a la vida. La triste constatación de que nada cambia repentinamente es quizá la verdad más dolorosa.
Emparentada más bien con el término de cine de autor, Katz ha hecho lo que ya muchos quisieran a su edad. Ser no sólo la directora de su película sino también la actriz, guionista y productora. En ese sentido no sorprende su impecable actuación ni los paralelismos nada forzados con directores de la talla de Fellini o de Rohmer. Y sobre todo de este último a quien parece rendirle homenaje.


Una novia errante se convierte en la relectura de nuestros tiempos de una película tan bella como lo es El rayo verde. Y ahí está la chica sola intentando encontrar algo, y ahí está el mar como elemento catalizador y el color, en este caso amarillo, aquel color para lo perdurable como dice un personaje.


Esta película es para quienes han sufrido llamando, para quienes han colgado avergonzados, para quienes han llamado una y mil veces esperando respuesta y también para aquellos que han descolgado. Pero también la afirmación de una notable directora, actriz y guionista. Y el homenaje perfecto para personajes tan dispares –aparentemente- como Roberto Bolaño, Eric Rohmer y Albert Camus.