CENIZAS DEL PARAÍSO

Un hombre cae desde lo alto de un edificio y estrella su rostro contra la vereda. Una bella muchacha acaba de ser asesinada. Un joven ensangrentado la arrastra hasta la maletera de un auto para horas más tarde, confesarse autor del crimen. Otro joven intenta acabar con su vida. Ha escrito una carta autoinculpándose también por el mismo asesinato, antes de tratar de suicidarse en medio de un pestilente baño público. Un tercer muchacho rocía gasolina en torno a un árbol y le prende fuego. Amenaza con dispararse un tiro pero finalmente descarga el revólver sobre su caballo. Los tres son hermanos. Los tres se confiesan culpables del asesinato de Ana Muro (bellísima Leticia Brédice). Aparentemente nada relaciona aquella muerte con la del hombre arrojado por la cornisa de un edificio. Aparentemente.

La jueza Beatriz Teller (Cecilia Roth) tiene a cargo la investigación de un caso que, con el transcurrir de las horas, se torna cada vez más impredecible e intrincado. Los primeros 15 minutos de la película están diseñados para atraer el público y mantenerlos en sus butacas. Minutos iniciales en los que los espectadores estamos llenos de preguntas y ninguna respuesta. Una vez que la trama nos llevó hasta allí, la narración salta para atrás y nos presenta a cada uno de los personajes de la historia, narrando la misma historia desde sus distintos puntos de vista. Alejandro Makantasis (Nicolás Abeles) conoce a la bella Ana en una discoteca. Ambos se enamoran perdidamente y ella se muda a vivir con Alejandro. En la casa viven también sus hermanos Pablo (Leonardo Sbaraglia), y Nicolás (Daniel Kuzniecka). Pero en medio de la felicidad que la nueva pareja vive, la insaciable Ana no puede dejar de poner los ojos en Nicolás, a quien también seduce. A estas alturas podríamos intuir que Ana ha sido víctima de un crimen pasional producto de los celos. Pero, ¿por qué Pablo se confiesa también como autor del crimen? Además, ¿no es Ana la hija del hombre al que el padre de los tres muchachos el Juez Costa Makantasis (notable como siempre Héctor Alterio), investiga? Es precisamente el rostro del juez el que vemos destrozado en la vereda al inicio de la película. La pregunta es ¿quién está detrás de todo? El director Marcelo Piñeyro (Buenos Aires, 1953) nos presenta un trhiller con todos los elementos propios del mismo, aderezando la intriga policíaca con elementos de corruptela de poder y sutiles toques de podredumbre política. La jueza Teller sin querer, ha destapando una olla de grillos y tiene que bregar arduamente por armar el rompecabezas en medio de presiones políticas. La dirección es más que correcta. El trhiller no es un género a los que los latinoamericanos estemos acostumbrado a ver de parte de nuestros directores, pero Piñeyro cumple bien al abordar el tema con sobriedad y estilo propio. El descenso de los tres hermanos en el vetusto ascensor del poder judicial hacia los sótanos del edificio, es una sutil crítica del laberinto en el que haga lo que haga la ley, jamás habrá justicia. A seguir viendo.

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